Seguimos con el tema de la excelencia que se pone el chonete. Las fotos en el blog de esta semana corresponden a nuestra presentación en el Congreso Shingo en Provo Utah. El texto es de nuestro amigo PXSiano Daniel Hernández del Colegio de Ingenieros. El chonete también viaja y representa a Costa Rica en los más prestigiosos foros internacionales.
El chonete.
Aconteció de improviso. Apareció de pronto “robando cámara” en la televisión mundial.
Mientras todos embelesados mirábamos las hazañas de nuestra selección de futbol en el mundial de Brasil 2014, los fanáticos que se dieron cita en la justa mundialista ostentaban orgullosos no solo los colores de nuestra bandera, sino también una prenda que hasta hace poco solo la podíamos encontrar en los campos de trabajo de los agricultores de nuestro país o en esos momentos de celebración de las fiestas patrias, cuando a regañadientes los niños se veían obligados a utilizarlo como parte de su “disfraz” típico, como complemento obligado a un bigote y unas patillas improvisadas con betún.
De un momento a otro, pasó de ser un simple accesorio de trabajo de nuestros labriegos sencillos, a símbolo distintivo de losfanáticos de los deportes.
Ahí estaba, como el nuevo emblema de la identidad nacional. Sin la alcurnia de los turbantes árabes o los sombreros charros, el humilde chonete tico se abrió paso para denotar el orgullo nacional de un país pequeño en extensión territorial, pero grande en aspiraciones.
Bien por el chonete que llegó para quedarse, redescubierto como parte del ser costarricense. Y así como hicimos con éste, redescubramos otras pequeñas grandes cosas que nos distinguen como un gran país.
Basta con mirar la prodigiosa biodiversidad que nos regaló el sumo hacedor, el trato bonachón y desprendido de los ticos de corazón, el café de altura orgullo de las tierras volcánicas de nuestro país, la producción de energía a partir de fuentes renovables, la belleza de las ticas, la sonrisa de los niños, en fin, abramos los ojos, que no solo el chonete podemos lucir con orgullo y así talvez otras cosas de las que no podemos sentirnos ufanos pierdan su preeminencia por inanición.
Daniel Hernández